“ Había una vez un anciano que conversaba con un joven. El joven le preguntó:

Maestro, a veces siento como si en mi cabeza hubiese dos caballos. Uno de ellos me perturba, es indomable, caprichoso y miedoso; en cambio, el otro, es sereno, confiado y amoroso. ¿Cuál será el que dirija mi vida?

Aquél al que tú alimentes – respondió el anciano con una sonrisa en su rostro.”

Vivir o sobrevivir: ¿qué eliges para ti?

¿Alguna vez has vivido unas horas sin ningún tipo de miedo en tu cabeza? Sí, me refiero a esos momentos mágicos, trascendentes y casi místicos, donde la mente está callada, el corazón sosegado y el cuerpo, de repente, se siente liberado para hacer o no hacer sin presiones. ¿Lo has experimentado? 

Yo ayer tuve un día de éstos. Un auténtico regalo, de esos que dejan huella y que te cargan con una vitalidad increíble. Es en esos momentos de lucidez, donde el ruido y el parloteo mental se esfuman, que puedes tomar consciencia y experimentar qué es la verdadera libertad, y eso siempre te hace feliz y dichoso.

Y, por mi experiencia, esa libertad vivida nada tiene que ver ni con el dinero que tienes, ni con el trabajo que desempeñes, ni con el estatus social al que pertenezcas; de hecho, puedes sentirla estando en el mismo lugar, haciendo las mismas cosas y estando con las mismas personas del día anterior. Tan sólo una cosa ha cambiado en la ecuación: tú mismo. Tú mismo, concediéndote el permiso consciente de querer vivir un día en plena libertad. Sucede cuando priorizas eso, por encima de todo lo demás, y te das permiso para no hacer caso a tu mente “loca que te boicotea” o a tu angustia que te encierra en un caparazón. Es una sensación tan liberadora…

Hoy, a toro pasado, cuando el miedo ha vuelto a hacer su aparición en el centro de mi vida, me doy cuenta de que nada ha cambiado de ayer a hoy, tan sólo yo de nuevo. Esta vez, permitiendo que la picadura del miedo penetre hasta en el centro de mi alma. 

Así que aquí estoy debajo de un árbol, conversando con vosotros y buscando un repelente para este tipo de “mosquitos emocionales” que te inoculan emociones como el miedo, que nos priva de la libertad de estar vivos.  

De momento, puedo compartir con vosotros los mejores antídotos que he encontrado en mi práctica diaria: 

  • Meditar 20 minutos al día. 
  • La práctica de la gratitud con todo aquello que llega a mi vida: ¿alguna vez te has parado a pensar todo lo que tiene que suceder para que tú puedas quitarte el hambre con esa suculenta manzana?
  • Contemplar la naturaleza cercana y escuchar su armonía y su silencio, dejando que me invada con su sabiduría al aceptar que todo es y está en el lugar y en el tiempo adecuado. 
  • Procurar vivir en el presente y dejar de perderme en mi mente vagante entre el pasado y el futuro. 
  • Jugar y reírme a carcajadas. 
  • Entrar en trance bailando como si nadie pudiese verme.
  • O contemplar las estrellas y tomar esa perspectiva que me hace ver quién soy y qué hago aquí (muchas veces, vivimos desde nuestra pequeñez del Ego y no desplegamos todo lo que nuestro Ser ha traído a esta vida).

Quiero compartir esto por si te resuena, y por si algunas de estas herramientas también pueden servirte a ti para controlar este caballo desbocado que es nuestra mente charlatana. 

En esos pequeños momentos, donde puedes oler y sentir la libertad en ti, te sientes colmado de todo lo que necesitas y curiosamente nada es externo: no necesitas ni dinero, ni el amor del otro, ni su reconocimiento. En esos momentos, no te sientes nunca sola, sino conectada con toda la vida que nos rodea; y en esos momentos, el sentimiento de paz es tan profundo que el tiempo y el espacio desaparecen. 

Si somos capaces de vivir desde este estado, ¿por qué nos lo ponemos tan difícil?

El ser humano puede vivir desde una mente dormida, desde una mente consciente que se despierta y empieza darse cuenta o desde una mente supraconsciente, que ya despierta es capaz de manejar a nuestra mente inferior o instintiva. 

Aspiremos a despertar nuestra mente automática y, desde esa consciencia, elevemos nuestro pensar para que nos acompañe hacia esa vida que nos pertenece con un estado de bienestar superior, que se expresa cuando somos capaces de vivir desde la libertad del no-miedo.

Y recuerda que el antídoto para el miedo, no es el valor o el coraje, es la capacidad de amarnos que todos poseemos y que no la expresamos, bien porque estamos dormidos y todavía no lo sabemos, bien porque no nos creemos dignos de ser amados.

Yo elijo seguir trabajando en mí para VIVIR EN MAYÚSCULAS y así, el día que tenga que partir a otros mundos, poder descansar en paz porque viví una vida en paz conmigo misma, no una vida de supervivencia y de miedo. 

Nacimos con la libertad de estar vivos, no dejemos que nuestra mente nos boicotee, y vivamos esta Vida que nos inunda con presencia, dignidad y confianza. 

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